Cantar de la Conquista de Almería – s. XII
Fragmento de «El Cantar de la Conquista de Almería», de Alfonso VII, tomando como guía la obra y traducción de Florentino Castro Guisasola.
Es un poema hispano-latino del s.XII, anónimo, y por tanto un cantar medieval de corte culta, que describe la conquista de Almería llevada a cabo por este rey en 1147, famosa y alabada hazaña en su época. De esta cruzada, proclamada por el papa Eugenio III y liderada por el Emperador castellano tomaría Almería su actual bandera, y se ha llegado a sostener que el Cristo de la Escucha almeriense es una obra traída por estos cruzados. La muralla de Jayrán, en el cerro de San Cristóbal, aún conserva tres robustos torreones cristianos realizados en ésta conquista, al igual que se conserva una capilla en la propia muralla, perteneciente a los templarios, pues a esta Orden se le encomendó una fortaleza en dicho cerro. El Santo Catino que se conserva en la catedral de San Lorenzo de Génova fue llevado allí, desde el saqueo de Almería, por los genoveses. Y las ricas puertas de la Puerta Purchena o de Pechina serían llevadas a Barcelona. Caerá en 1157 ante el impulso de los almohades, tras 10 años de combates, pero será objeto de una nueva cruzada encabezada por Jaime II de Aragón en 1309, que fracasará tras un durísimo asedio. Esto evidencia el relieve de la ciudad.
A continuación, unos fragmentos que describen a las tropas ( mesnadas) del Emperador: Galicia, León, Asturias, Castilla y Extremadura.
[50]La Cruz es dilatado descanso y es esplendorosa la hora de guerrear
Es el mes de mayo. Las espadas de Galicia se adelantan,
Habiendo gustado primero las dulzuras de Santiago.
Como estrellas del cielo, así refulgen millares de lanzas.
Millares de escudos centellean y las armas están afiladas poderosamente.
La muchedumbre está armada y se halla toda cubierta de yelmos.
El tintinear de los aceros y los relinchos de los corceles
Ensordecen los montes; por todas partes dejan exhaustas las fuentes.
La tierra florida entrega para el pasto sus vellones.
Con la gran polvareda se oscurecen los rayos de la luna,
[60]Y la claridad del aire se desvanece con los destellos del acero.
Acompaña a esta hueste el aguerrido Conde Don Fernando
que gobierna la jurisdicción de Galicia por encargo del monarca,
y se honraba con la tutela del hijo del Emperador.
Si le viérais, pensaríais que era ya rey,
brillando a la par con su gloria de Conde y la del soberano.
(Reino de León)
En pos de estos las floridas mesnadas de la ciudad leonesa
enarbolando sus pendones se precipitan como un león.
Ella ocupa la cumbre de todo el reino hispano,
examina las leyes reales por disposición del monarca;
según su criterio se regulan las leyes promulgadas,
y con el auxulio de ella se organizan las guerras más poderosas.
Así como el león con su fuerza y su prestancia domeña a los demás animales,
del mismo modo con esa dignidad ella supera a las ciudades todas.
Según ley antigua ella acomete la primera.
En los estandartes y armas del Emperador figuran
las enseñas de ella que protegen de toda clase de males;
y se recubren de oro, cuantas veces se las conduce a la guerra.
A la vista de ellos cae postrada la muchedumbre de moros,
que presa del terror no es capaz de sostenerse en el más pequeño campo.
[80]Como el lobo derriba a las ovejas, como la ola del mar aplasta a los leones,
así aniquila la luz de ésta visión a los alejados Ismaelitas.
La hueste, habiendo invocado primero el santo nombre de María,
obteniendo el perdón de sus pecadoscomo acostumbran los buenos fieles,
a enseñas desplegadas avanza cual espada de fuego,
y su poderosísimo valor ocupa toda la tierra,
consumiendo los sembrados y triturando los sembrados sin cesar.[…]
[101] (Asturias)El activo asturiano no fue entre tanto el último en acudir precipitadamente.
Gente es esta que a nadie resulta odiosa o fastidiosa.
Ni la tierra ni el mar han podido nunca avasallarlos.
Es de potentes fuerzas y no tiembla ante cáliz de la Muerte.
Hermosa de rostro desprecia el trance supremo del sepulcro,
propensa a las guerras, pero no menos aptas para las cacerías,
taladra los montes y a la vez sabe descubrir las fuentes,
e igual que a los terrones así desprecia las olas del mar.
Nadie la vence, triunfando ella de todo cuanto ve.
Implorando a todas horas el auxilio del Salvador,
cabalga alejándose de las encrespadas olas
y únese a sus demás compañeros ensanchando sus alas. […]
[125]Tras éstos marchan miles de lanzas de Castilla,
varones afamados, poderosos durante luengos sitios,
sus campamentos brillan como las estrellas del cielo.
Resplandecían con el oro y portaban vajilla de plata.
No reina en ellos la pobreza sino la abundancia grande,
no hay allí menesterosos ni débiles retrasados.
Todos son robustos y son seguros en la lucha.
Tienen en sus campamentos sin cuento la carne y el vino,
y a todo el que lo solicita espontáneamente se le da cantidad de trigo.
Hay tantas armas como rayos de luz en las estrellas
y multitud de caballos cargados de acero o de viandas.
Su lengua resuena como los tamborescon las trompetas.
Pero están engreídos en demasía, están envanecidos en sus riquezas,
y las fuerzas de Castilla fueron rebeldes durante siglos.
La ínclita Castilla, fraguando cruelísimas guerras.
[140] Casi a ninguno de los monarcas quiso someter su cerviz,
y vivió indómitamente mientras brilló la luz del cielo.
El Emperador afortunado a todas horas logró domeñarla.
Solo él domó a Castilla como a un jumentillo
asentando sobre su indomable cuello nuevos fueros y leyes,
persistiendo, aunque intacta en su bravura.
La esforzada Castilla avanza hacia la profunda guerra
y al desplegar sus banderas el pavor se apodera de los ismaelitas,
a quienes luego el rey, no bien llegó, dió muerte con su espada.
Invencible, incontable y sin cuidado
[150] la Extremadura, sabiendo de antemano todo lo venidero,
conociendo por los agüeros que la raza malvada había de perecer,
al ver tantos estandartes únese audazmente a ellos.
Si las estrellas del cielo o las olas del alborotado mar,
si las gotas de lluvia y aún las hierbas del campo
las conociera y calculase alguno, él podría contar el pueblo aquel.
Bebiendo copioso vino acompañado de abundante pan
tiene las fuerzas para sobrellevar las cargas y desdeña los ardores del estío.
Cubre la tierra como plaga infinita de langosta,
ni el cielo ni el mar bastan a saciarle.
Rompen los montes, y a su vez, dejan exhaustas las fuentes.
Cuando se yerguen, oscurecen la luz de los cielos.
Gente brava, gente esforzada, que no tiembla ante el cáliz de la Muerte.
El Cantar seguirá con la presentación de los héroes que se suman a la empresa, y con las tropas aliadas, como las del conde Don Armengol, de Urgel. Lamentablemente, se halla incompleto, pero las páginas conservadas son más que ilustrativas de su carácter.