La colonia fenicia de Baria
Necrópolis de Villaricos. Cuevas de Almanzora, Almería
Estrecharon relaciones con la población costera asentada en el territorio desde la Edad del Cobre e iniciaron contacto con aquellas otras alejadas hacia el interior peninsular. Sobre la segunda mitad del siglo VII a.C. se fundará la colonia fenicia de Baria; una ciudad que, con el paso de los siglos, pasó a transformarse en uno de los principales puertos mediterráneos dentro del circuito comercial.
Podríamos afirmar que desde el siglo VIII a.C., o incluso antes, se establecieron a ambos lados del Estrecho, a lo largo del todo el litoral, pequeños núcleos de población constituidos por comerciantes fenicios. Estos nuevos emplazamientos consistirán en la creación de barrios próximos a los asentamientos indígenas locales o, en su defecto, en la formación de comunidades independientes en los cuales residieron los marinos llegados de Tiro.
Los asentamientos orientales tendrán en común el espacio elegido para su ocupación: unas estratégicas condiciones portuarias con las que mantener el comercio por la costa mediterránea y, en gran medida, unas favorables comunicaciones hacia el interior. En el caso de la futura Baria, el emplazamiento se caracterizará por tratarse de una península avanzada, a modo de pequeña bahía marítima, y por una vía fluvial navegable río arriba que permitía conectar con pasos que discurrían próximos a los poblados ubicados en esa zona.
La elección del lugar siempre quedaba sujeta a la construcción de un mercado, centro para el intercambio de productos con la población nativa del Bronce. Islas, ríos, pantanos, marismas, humedales, etc., fueron considerados por estos viajeros como áreas fronterizas y verdaderos espacios sacros, socialmente neutrales, idóneos para el intercambio comercial. En este sentido, las desembocaduras de los ríos reunirán los condicionantes favorables para mantener activa la conexión entre las rutas marítimas, travesías que no les suponían problema alguno.
Por otro lado, en estas primeras fases de colonización fenicia, las viviendas presentarán planta rectangular con zócalos mampuestos y muros de adobe. Las techumbres eran planas y fueron cubiertas de vegetal, sustentadas a través de postes de madera encajados directamente en el suelo.
Los terrenos que ocupen los fenicios a su llegada a Baria no serán los mismos que en un futuro se levante su ciudad-Estado. Durante estos contactos iniciales, más o menos estables y continuados, la comunidad oriental construirá sus hábitats en las tierras próximas a los poblados indígenas localizados en la actual Depresión de Vera.
Cabe anticipar que el asentamiento urbano de Baria será algo más tardío, configurándose, de manera necesaria, como respuesta a un proceso de reagrupamiento de todos aquellos núcleos orientales que fueron llegando a estas costas del Mediterráneo y quedaron repartidos sobre el nuevo territorio.
En el siglo VI a.C., la elección de unas tierras propicias a sus intereses vendrá determinada por la presencia de esa península avanzada que antes comentábamos: la bahía marítima en ensenada formada junto a la desembocadura del río Almanzora. A partir de esta nueva ubicación se desarrollarán las relaciones comerciales con los poblados del interior, tomando como rutas principales la vía fluvial, navegable en pequeños botes, o bien la vía terrestre de la Depresión de Vera. Además, disfrutará de una excelente posición estratégica con respecto al comercio marítimo y el resto de enclaves fenicios asentados en la costa.
En el plano estrictamente religioso, y con objeto de legitimar el proceso de la fundación colonial, se construirá un primer santuario dedicado a la diosa Astarté en una pequeña elevación de la ciudad separada del entramado urbano que empezaba a definirse, al sureste de su necrópolis.
Porque es en este mismo periodo cuando, en conjunción con las fosas de inhumación y cremación, se empiezan a excavar los primeros hipogeos para el enterramiento de sus difuntos. Tanto en las tumbas rectangulares abiertas en tierra, como las excavadas sobre la roca (estas últimas dispusieron de corredores de acceso y peldaños en algunas), será habitual acompañar el cuerpo del difunto con huevos de avestruz, lisos o decorados (en algunos casos perforados en su extremo y en otros cortados horizontalmente), junto a cuencos y pequeñas ánforas a modo de ajuar.
Los cadáveres inhumados eran enterrados en tumbas de madera; los incinerados, sus cenizas guardadas en recipientes de cerámica o esparcidos directamente en el interior de las fosas. En el caso de los hipogeos, con cubiertas abovedadas y paredes elucidas en yeso pintadas en su interior, se habilitaron bancos, nichos, poyetes y sepulcros en el suelo donde fueron enterrados los cuerpos dentro de las cajas de madera. Con el fin de preservar el descanso de los aquí enterrados, estos mausoleos excavados en la propia colina también contaron con puertas de madera, las cuales se reforzarían con losas de piedra para impedir su acceso.
Consolidadas las relaciones con la población autóctona, principalmente con las élites a quienes agasajaban con presentes y bienes de lujo, se hará efectiva la colonización en su sentido más amplio. Tal vez obedeciera a un cambio en la estrategia comercial, pero, después de un tiempo de relaciones de intercambio con las comunidades atlánticas y del sur peninsular, el pueblo fenicio, con su aristocracia al frente, decidirá consolidar su mercado y ampliarlo hacia unos territorios aún por explorar.
Para tal fin, dentro de la política activa de cambios y desarrollos orientales, fundaron una serie de colonias, a través de las cuales lograron aumentar la demanda existente e incrementar los beneficios.
Esta colonización intensiva traerá consigo la jerarquización de sus habitantes. Se dispondrán centros de primer orden en algunas de las desembocaduras desde los cuales controlaban el comercio, constituyéndose como principales centros rectores. En el caso de Baria, se definirá como verdadera ciudad-Estado y Gadir, por su parte, desempeñará un papel organizador del resto de enclaves marítimos. A partir de estos momentos será común el consumo de productos etruscos, griegos y atrios, junto a los elaborados localmente.
A este valor estratégico y comercial de la colonia fenicia afincada en Villaricos habría que sumar su importancia como centro de control de los distritos mineros cercanos y la gran fertilidad de unas tierras regadas por los cauces de tres ríos distintos. Para ello fundará asentamientos especializados y dependientes de la ciudad.
El comercio era vital para su modo de vida, pero también lo fue la producción de hierro y plata extraídos de sus minas y una tierra donde pudieran practicar su modelo de agricultura y ganadería intensiva. Principalmente cultivarán cereales, cebada y trigo, además de vid, olivos, guisantes, lentejas, etc. con los que generaron excedentes para la posterior comercialización.
Dentro de los procesos de intercambio, eran los metales y los productos agrícolas los más demandados. Por su parte, nutrían dichas operaciones mercantiles con vinos, aceites, púrpura y productos de pesca como el garum.
Coincidiendo con la primera reestructuración de la población y su concentración en la ciudad, se incorporarán talleres artesanales reflejo de esta mayor actividad. A principios del siglo VI a.C., Baria parece expandirse y modificar su fisionomía como ciudad central, cambios que se mantendrán durante todo el siglo V a.C.
Pero es en el siglo IV a.C. cuando, verdaderamente, se produzca la gran eclosión de la ciudad y donde se reflejen los cambios constructivos más importantes en la ciudad fenicia, proceso necesario para dar cabida a una población que se multiplica motivada por su auge y desarrollo económico. Baria se había convertido en un importante centro productor y comercial orientado tanto al interior, puerta de entrada hacia la Bastetania íbera, como al Mediterráneo (situada en las rutas marítimas principales en dirección al Estrecho de Gibraltar, el Norte de África o el Levante ibérico, con las cuales conectaba con el Mediterráneo Central), transformándose, a la vez, en un floreciente distrito minero. Será preciso volver a reestructurarla y aumentar también sus espacios habitables. Un ejemplo de estos cambios será el reforzamiento de sus muros.
A partir de mediados del siglo IV a.C. la ciudad-Estado de Baria explotará y controlará los recursos marinos desde su área industrial ubicada en las laderas intermedias entre la ciudad y el mar. Desaparecerán los centros transformadores situados en las propias áreas de explotación minera, siendo ella la encargada de controlarlas directamente.
Otro reflejo del crecimiento de la ciudad fenicia será la reutilización de sus hipogeos como lugar de entierro de los difuntos, independientemente a que el tamaño de la necrópolis aumentase en las mismas proporciones que lo hacía su acrópolis. Además, el templo dedicado al culto de la diosa Astarté quedará reubicado en la colonia más alta del entramado urbano, dominando la totalidad de la ciudad.
Astarted, divinidad oriental asociada a la diosa del amor y a la fertilidad, protectora de marinos y navegantes, de la minería y la metalurgia, además de los muertos. Baria será fiel a la diosa hasta las últimas consecuencias, cuando su virtud también de guerrera se convierta en decisiva y parte de la élite se implique en un conflicto que está por llegar.
Y no sólo es el asentamiento el que crece, también lo hacen sus núcleos interiores asociados a ella y dedicados a la explotación agrícola y ganadera. Nuevas comunidades se establecen a orillas de los ríos y en la fértil Vega para trabajar la tierra. Extramuros de la ciudad, hacia el norte, se fundará un santuario rural a las faldas de un cerro. En esta cueva natural se rendirá culto a la diosa Tanit, divinidad que vendrá impulsada por la expansión en el Mediterráneo de la ciudad de Cartago.
Como antigua colonia fenicia nacida en las costas mediterráneas, Baria se convirtió en centro de atención del pueblo cartaginés durante la segunda mitad del siglo III a.C., lo que conllevará, irremediablemente, a un nuevo desarrollo económico y, a la vez, urbanístico. La ciudad se verá enormemente beneficiada de su alianza con Cartago y su proximidad con la capital en Iberia de Qart Hadast; la presencia de contingentes militares en el territorio peninsular implicará una mayor producción para hacer frente a esta nueva demanda.
Se impulsará el mercado con Cartago y otras ciudades norteafricanas. Gadir y las restantes ciudades fenicias occidentales (Abdera, Sexi, Malaka o Iboshim) formarán parte de esta red comercial. Pero serán con los pueblos íberos de la Bastetania donde más se note el crecimiento económico coincidiendo con la presencia bárquida en la Península. Se comercializará con productos alimenticios tales aceite, vino, salazón, pesquerías y carne.
La privilegiada localización de Baria, como puerto principal hacia tierras íberas del interior e importante distrito minero, desempeñará un papel fundamental dentro de la estrategia del poder púnico sobre la conquista en la Península y el control de sus recursos. Tanto es así que en el interior de la ciudad fenicia se detecten guarniciones militares estables y se intensifiquen las relaciones comerciales con Cartago.
Esta nueva reorganización tras la llegada de Cartago a Baria tendrá como objeto mejorar las producciones agropecuarias para dar sustento al nuevo aumento poblacional como fueron las tropas acantonadas, así como suministro de víveres para los pueblos prerromanos afines al poder púnico creciente. Su puerto y comercio crecerá conforme lo vaya haciendo la influencia de los norteafricanos en el territorio, primero sobre el Mediterráneo Central y, consecuentemente, con los pueblos íberosLas relaciones fenicio-púnicas gozarán, en este sentido, de una inmejorable salud.
Indirectamente, estos acuerdos mutuos traerán consigo mayores beneficios derivados de las alianzas de los pueblos íberos con el poder cartaginés. El mercado fenicio de Villaricos se expandirá aún más con aquellas poblaciones fieles a la causa de los bárquidas. Derivado de estas fructuosas políticas de acuerdos, sin saberlo y aun tratándose de una plaza meramente mercantil, Baria entrará en la órbita de las Segundas Guerras Púnicas cuyo inicio se produce en territorio peninsular. Pero esa es otra historia que ya habrá tiempo de contarla.
Publicado en: Legión Novena Hispana